Estamos ganando la batalla de la opinión pública. Efectivamente, cada vez son más los que consideran que el aborto no constituye ningún progreso social, sino todo lo contrario. Y esto no lo decimos nosotros, sino que a esta conclusión llega el periódico El País en un amplio reportaje firmado por María R. Sahuquillo y David Alandete.
Con un estilo lastimero y alarmista, estos periodistas no dudan en reconocer que los movimientos provida cuentan cada vez con mayor respaldo popular. Lo que más les sorprende es que este respaldo se produce incluso entre las filas progresistas.
Se nota que, a pesar del alarde de correcta documentación previa, exhibiendo estadísticas, datos y opiniones de expertos en la materia, siguen el patrón marcado por el lobby abortista, identificando a los grupos provida con movimientos religiosos y conservadores.
Dos detalles positivos destacaremos del artículo. El primero, el reconocer que España juega un papel clave en el liderazgo del movimiento provida en Europa, liderazgo que hay que atribuir a la actividad de asociaciones como Hazteoir.org. El segundo, más importante y que pasa desapercibido en la gran extensión del reportaje, constituye el contrapunto a todo el argumentario proabortista a que nos tiene acostumbrado El País. Me refiero a las declaraciones de Kristen Day, directora del grupo estadounidense Demócratas a Favor de la Vida: “La cifra de estadounidenses provida crece, sobre todo por la generalización de las ecografías y el descubrimiento de que un bebé es, ya desde su paso por el vientre, un ser humano formado”... “Antes de la formación de nuestro grupo, los demócratas temían expresar sus ideas a favor de la vida por la firme posición del partido a favor del aborto. Desde nuestra fundación hemos visto cómo más demócratas han asumido que ser provida es legítimo y acorde con sus ideales de ayudar a los desfavorecidos”.
Efectivamente, el principal argumento proabortista es que el embrión no es un ser humano, y que aceptar o no el aborto es una decisión personal. De ahí el que se quiera relegar el asunto al ámbito religioso o de fe. Desde el momento en que la embarazada conoce a su hijo mediante la ecografía cambia toda la percepción que tenía del asunto. El segundo argumento proabortista incide en que al aborto libera a la mujer. Sin embargo, aún no hemos visto a ninguno de los grupos autodenominados “pro-elección” solicitar ayudas económicas, materiales o sociales a favor de las mujeres con embarazo conflictivo. En caso de dificultad la elección que proponen se encamina siempre a un solo fin: terminar con la vida dentro del vientre materno.
En conclusión, a pesar de intentar por todos los medios y machaconamente asociar el movimiento pro-vida con grupos fanáticos, ultrareligiosos, retrógrados y contrarios a los derechos sexuales (el artículo comentado es buena prueba de ello) El País, periódico con una definida línea editorial proabortista, no puede sino reconocer que estamos ganando la batalla.
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